Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México “es el único país latinoamericano que registra una tendencia regresiva en materia de reducción de la pobreza”.
De este modo, en su estudio «Diagnóstico de desarrollo regional: México» del 2015, se señala que el país no ha logrado cambiar sus niveles de pobreza en los últimos 20 años “debido a la reducida tasa de crecimiento de la economía y la desigual distribución de los ingresos”. Para la organización, los motivos de tales resultados se centran en la alta informalidad del mercado laboral caracterizado por bajos salarios y una reducida productividad, el escaso acceso a la formación y las limitaciones de las redes de seguridad social.
Si se mide la pobreza solo por el nivel de ingresos, en 1992 la población pobre era de 53.1% mientras que, actualmente llega al 53.2%. Además, las cifras oficiales revelan que apenas el 20.5% de la población (24,6 millones de personas) pertenecen a la categoría «no pobre y no vulnerable».
Por otro lado, México se encuentra dentro del 25% de países con las mayores tasas de desigualdad en el mundo; acorde al Global Wealth Report 2014, el 10% de la población más rica concentra el 64.4% de toda la riqueza del país.
Al respecto, Gerardo Esquivel, autor del estudio “Desigualdad extrema en México, concentración del poder económico y político”, indica que no es solo cuestión de la insuficiente capacidad de las políticas sociales sino que los beneficios del crecimiento no se han distribuido correctamente en la población.
Asimismo, Julio Boltvinik, economista del Colegio de México, señaló que uno de los obstáculos es la política económica: “tenemos un sistema que no cobra impuestos a los ricos, que no usa el gasto público como un estímulo para generar empleo y crecimiento, y que va acompañado de una política cambiaria y monetaria de freno a la economía”.
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