«El reto inmediato es la reconstrucción de las zonas afectadas y, a mediano plazo, la prevención para eventos futuros, ya que es cierto que a medida en que el país está más poblado y hay más infraestructura construida, los daños son también mayores».
El Niño Costero es un fenómeno climático que ha causado numerosas pérdidas humanas y materiales desde diciembre del año pasado en las costas del país. El COEN reportó que más de cien personas murieron y los afectados y damnificados por este fenómeno superan el millón de personas. Se estima que las pérdidas equivalen al 1,6% del PBI. Debido a ello, este fenómeno se convirtió en una verdadera crisis para el país. En este contexto, conversamos con Carlos Contreras, Profesor Principal del Departamento de Economía de la PUCP, para analizar las consecuencias económicas de este fenómeno, realizando comparaciones con el pasado para plantear lecciones para una mejor actuación estatal.
Durante este verano enfrentamos una crisis interna debido al Niño Costero, el cual dejó cuantiosas pérdidas tanto humanas como económicas. En parte, el Perú se ha vuelto más vulnerable a los fenómenos naturales debido a que la mayoría de la población se ha expandido hacia las áreas urbanas. ¿Cuáles cree que son los retos del gobierno para mejorar esta situación de vulnerabilidad?
El reto inmediato es la reconstrucción de las zonas afectadas y, a mediano plazo, la prevención para eventos futuros, ya que es cierto que a medida en que el país está más poblado y hay más infraestructura construida, los daños son también mayores. En este sentido, comparando este evento con el de 1983 y el de 1998, diríamos que la destrucción ha sido mayor porque el número de damnificados aumentó, por la razón de que las ciudades son más grandes, hay más puentes, carreteras y en consecuencia hubo más destrucción. Entonces, se diría que la reconstrucción no debe enfocarse sólo en infraestructura pública, que es lo que primero, naturalmente, que tiende a hacerse debido a la necesidad de reconexión para el transporte, sino que también se debería apoyar a los productores, porque lo que hemos visto de eventos pasados es una caída fuerte del PBI. En el año 1983 cayó 12% aproximadamente, una de las caídas más terribles de la historia, porque sectores como la pesca, la agricultura y el comercio se vieron muy golpeados. Esto sectores van a requerir de financiamiento para poder reanudar sus actividades productivas. Sé que es fácil decirlo y difícil hacerlo porque en esos momentos escasean los recursos financieros y parece que hubiera que elegir entre reconstruir los puentes y las carreteras o ayudar a los productores. Sin embargo, habrá que tratar de hacer química entre estas necesidades: se supone que los economistas tenemos la magia para multiplicar el dinero.
Con respecto a los daños estructurales,¿considera que el rumbo que tomará la política estatal en la reconstrucción se centrará en reponer la infraestructura?
Va a enfocarse en la reconstrucción de infraestructura porque esa es la que depende del gobierno. La infraestructura pública es el bien o servicio público que el Estado brinda, y por ello es su tarea principal restablecerla; por ejemplo, devolver agua potable a los hogares, y que las carreteras y los puentes puedan volver a ser utilizados es urgente. Por otro lado, no está mal que así sea porque, de hecho, el comercio tiene que volver a fluir, ya que la economía depende del comercio. No obstante, junto con esta tarea, casi inmediatamente o simultáneamente, se debe tratar de apoyar a los productores más afectados, que, como se mencionó, suelen ser los sectores de pesca y agricultura. Es cierto que ello no es fácil porque son sectores cuyos canales crediticios muchas veces no son formales, y entonces es complicado llegar a ellos. Se está tratando de mejorar esta situación a través de las cajas rurales. Hay que tratar de reforzar esa línea de apoyo o a los sectores que trabajan con pescadores y campesinos.
Como se mencionó, los efectos adversos de este fenómeno suelen implicar la reducción de la actividad de sectores como el pesquero y el agropecuario.¿Qué otro tipo de medidas debería aplicar el Estado para sostener temporalmente parte del crecimiento de estas industrias?
Lo fundamental es darles como un soporte financiero que les permita sobrellevar la pérdida que deben haber sufrido, porque supongo que la cosecha que esperaban dentro de unos meses se ha arruinado, de igual manera con la pesca que esperaban hacer. Se va a romper un círculo de pagos, ya que no se podrá cumplir con los proveedores de insumos y capital. Por ello, habrá que reponer ese circuito quebrado con créditos. Otro sector que parece que se ve afectado es el pequeño comercio: por ejemplo, bodegas que funcionan en garajes de casas que con la inundación dejan estropeadas la mercadería, y los activos de capital. Hay que restaurar ese mobiliario, darles también crédito blando a estos comerciantes.
Tras el fenómeno del Niño de 1997-1998 hubo numerosas críticas a la acción gubernamental en la prevención, ya que se subestimó la magnitud del fenómeno. Muchos responsabilizaron al centralismo en los malos logros del Gobierno de Fujimori, ya que se sostenía que inhibía la energía de las regiones. ¿Empoderar a los gobiernos locales reforzaría las acciones de prevención? ¿O no están preparados para ejecutar el gasto de la forma más eficiente?
Es un tema difícil porque, por un lado, el centralismo tiene sus ventajas. Este es como un ejército que disciplinadamente acomete tareas con eficacia. Digamos que el centralismo tiene la ventaja de la economía de escala. Pero, lamentablemente, lo que suele ocurrir en estas ocasiones es que los políticos aprovechan el desastre para lucir sus capacidades y mejorar su prestigio. Por ejemplo, en el Niño del 98, el presidente Fujimori se mostró muy activo, estuvo en Piura aproximadamente seis veces en un solo mes. No obstante, esto puede interferir con la eficacia de la actuación pública. Por ello, me parece que el llamado de atención a los gobiernos locales y municipales es importante, porque estos tienen una experiencia más cercana con sus localidades, por lo que deben tener mayor conocimiento de los lugares que necesitan prevención, de cuáles son los que se inundan frecuentemente, entre otros. Sin embargo, también es cierto que la capacidad de control del gasto de los municipios es escasa; eso se evidencia en grandes casos de corrupción. Aunque mi corazón es de descentralista y estaría de lado de que fueran los municipios los que tengan la gestión de la prevención, también sé que históricamente se trata de instituciones muy débiles que han tenido muy poco presupuesto. En este sentido, el gobierno central tiene poca capacidad de control de estos, lo que genera que en muchos lugares se constituyan mafias. Por lo tanto, hay que ser muy realistas en que los municipios no parecen tener el capital humano y los mecanismos de control para que hagan esta labor eficazmente. Esto es algo que debe realizarse progresivamente, pero de momento habrá que empezar de forma quizás centralizada, pero pensando que en el largo plazo la idea es que sean los municipios quienes tengan a su cargo la prevención. Esa debería ser la meta.
El terremoto de Pisco de 2007 también fue otro desastre natural que causó graves daños en el país. Se formó el Fondo para la Reconstrucción Integral de las Zonas Afectadas por los Sismos (Forsur), pero este fracasó, ya que se observaron escasos avances en las obras –que aún siguen inconclusas– e incluso varios de sus miembros fueron investigados por corrupción. ¿Qué lecciones pueden aprenderse de ello?
En el 2007 se apostó por algo así como el sector privado. El presidente Alan García en su segunda fase, más creyente de las bondades del sector privado, apostó por Julio Favre, un empresario avícola, para que lidere la reconstrucción. La idea parecía lógica: un empresario tiene indudablemente capacidad de gestión, de organizar el gasto, de conducir a mucha gente; entonces creemos que puede aplicar esas capacidades a esta labor pública. Sin embargo, lo que hemos aprendido es que el gasto público tiene una dinámica distinta, donde el talento del empresario privado puede fracasar, ya que éste último no está obligado a rendir cuentas: su meta es la ganancia. Dichas cualidades no son malas en sí mismas, pero la acción pública se orienta por otros parámetros, donde la meta es el servicio y donde es necesario rendir cuenta de lo que gastas. Todo ello desespera al empresario privado que no está preparado para esos trámites burocráticos, y en consecuencia fue como sacar a un pez del agua y tirarlo al aire libre.
Ocurre que en el Perú, debido a la su particular historia, el Estado no ha logrado desarrollar una burocracia propia. Por ello, tradicionalmente lo que ha hecho, sobre todo en estas últimas décadas, es prestarse personal del sector privado: convertir a los empresarios en ministros. Puede parecer de sentido común que el empresario puede ser un buen funcionario público, pero no ocurre necesariamente ni quizás sea lo más probable. Lo ideal sería que el Estado cree su propia burocracia y personal, ya que el funcionario público necesita de un tipo de sensibilidad, educación y cualidades que no son las mismas que las del empresario privado. Habría que apostar por la formación de burócratas, este personaje que Max Weber ideó hace poco más de cien años, del burócrata ideal, casi como un monje entregado a la causa pública. Se entiende que es difícil decirlo ahora, cuando nuestro propio presidente es un empresario salido del sector privado. No obstante, habrá que apuntar en el largo plazo hacia la creación de burócratas. En esto último soy un poco optimista porque observo que en los últimos años en los ministerios hay personal más estable, incluso en organismos como la SUNAT y existen oenegés que son como “escuelas preparatorias del burócrata”. De a pocos se está creando este talento, el cual será necesario cultivar y engreír con mejores sueldos y carreras estables.
Las tareas de reconstrucción han sido mencionadas por el Ejecutivo como una de las principales actividades que proporcionarían trabajo a los principales afectados por este fenómeno. Sin embargo, ¿qué otras actividades laborales promovidas ante previas situaciones de desastres naturales en el Perú podrían ser de utilidad para la recuperación económica de dichos damnificados?
El empleo de los propios damnificados en las tareas de reconstrucción es algo que se ha realizado usualmente, y considero que es una buena idea. También habría que pensar en emplear a los propios productores de los insumos. Ello no es fácil porque si se quiere realizar la reconstrucción de forma rápida y segura, será mejor recurrir a las grandes empresas constructoras con gran experiencia, pero en la medida de lo posible habría que apelar a los productores de las propias regiones, tratando de hallar un punto medio entre la eficacia y la ayuda a las zonas afectadas. Los economistas tenemos que ser como alquimistas que traten de encontrar ese punto medio tan difícil.
Finalmente, ¿cuál es su perspectiva respecto a los efectos que tendrá este fenómeno en la economía peruana en los meses por venir?
Hubo una especie de coincidencia lamentable de este fenómeno natural con desastres políticos como el caso Odebrecht, que ha sido un terremoto político, y esto aunado con factores internacionales como el inicio de la era Trump y la desestabilización de la paz mundial con el problema de Siria. No son buenos presagios. Me temo entonces que la conclusión de estos fenómenos va a traer un ciclo de enfriamiento económico cuya duración puede ser un poco incierta. De la crisis mundial del 2008, la economía no se ha terminado de recuperar, y en el Perú, específicamente, venía el enfriamiento causado por la caída de los precios de las exportaciones. Por ello esta situación no nos pone muy optimistas del desempeño futuro. Pareciera que el PBI no va a caer tanto como en los eventos pasados del 83 y del 98, pero veremos qué es lo que pasa. Personalmente me contentaría con que el PBI tenga alguna décima positiva. Muchos hablan de un crecimiento del PBI entre 3 y 4%; ojalá ocurra, pero lamentablemente las circunstancias son complicadas.