Conexiones entre Salud Mental y Desempleo
1. Comprendiendo la relación entre salud mental y desempleo en jóvenes
1.1 Salud, motivación y trabajo
Según Keynes (1993), el desempleo se clasifica en tres tipos: friccional, voluntario e involuntario. El desempleo friccional surge de cambios inesperados o transiciones laborales, mientras que el desempleo voluntario ocurre cuando los trabajadores rechazan ofertas de empleo por diversas razones. Por último, el desempleo involuntario es consecuencia de una brecha entre la oferta y la demanda laboral (Keynes, 1993). Entender estas definiciones es esencial para comprender cómo se manifiesta el desempleo y su relación con la salud mental, tal como lo define la Organización Internacional del Trabajo (INEI, 2017), la cual lo describe como la proporción de personas desempleadas que buscan activamente trabajo en relación con la Población Económicamente Activa.
La OMS (2004) define la salud mental como la capacidad para enfrentar desafíos profesionales y personales. Sin embargo, los trastornos mentales interfieren con esta capacidad, afectando tanto la salud física como la mental (OMS, 2004). Es crucial comprender también trastornos mentales específicos, como la depresión recurrente y los trastornos de estado de ánimo persistente (OMS, 1993).
El agotamiento laboral, conocido como Job Burnout, se relaciona con el desgaste en el trabajo y tiene un impacto negativo en el desempeño y la salud emocional de los trabajadores (Maslach et al., 2001). Por otro lado, el compromiso laboral se refiere a la actitud positiva que los empleados tienen hacia su trabajo y su disposición para alcanzar objetivos (Meyer, 2001).
1.2 Jóvenes capacitados para enfrentar desafíos
El análisis de diversos enfoques teóricos permite explorar cómo la inversión en salud mental puede incidir en el desempleo juvenil. Patel y Kleinman (2003) postulan una relación entre la pobreza y los problemas de salud mental, estableciendo así un ciclo perjudicial que afecta a los jóvenes de manera desproporcionada. Asimismo, se examinan investigaciones que conectan la motivación laboral con el bienestar personal y el rendimiento laboral (Haase et al., 2012), subrayando la importancia de abordar las necesidades mentales de los jóvenes para promover su participación activa en el mercado laboral.
Resulta crucial reconocer que las primeras experiencias laborales tienen un impacto significativo en la trayectoria profesional de los jóvenes (Raelin, 1980). Se resalta la influencia que estas experiencias pueden tener en la futura estabilidad laboral y en las aspiraciones profesionales de los individuos en formación.
1.3 Caso de otros países
A nivel mundial sobre los años perdidos debido a enfermedades mentales, destacando que los desórdenes depresivos generaron 2.5 billones de DALYs en 2010 (Ferrari, 2014). Se observa que la mayor proporción de YLDs por desórdenes depresivos se encuentra en edades laborales, especialmente en el grupo de 20 a 24 años. Además, se evidencia un aumento de YLDs en América Latina Sur y altos niveles en África del Norte y Europa del Este. A nivel mundial, la depresión ocupa el undécimo lugar, pero en América Latina central y andina es la principal causa.
Griep (2021) revela que la inseguridad laboral se relaciona positivamente con problemas mentales y afecta negativamente al desempeño y compromiso laboral. Cunningham (2016) muestra cómo ciertas habilidades socioemocionales se relacionan con trabajos de mayores ingresos, lo que implica una asociación entre habilidades emocionales y estabilidad laboral. En síntesis, la salud mental influye en la productividad laboral y las enfermedades mentales pueden afectar las habilidades socioemocionales, aumentando así el riesgo de desempleo, especialmente entre los jóvenes en edad laboral.
2. El Perú en cifras: Trabajo, motivación y salud
El desempleo juvenil en el Perú ha sido objeto de análisis durante los últimos años. Según datos del INEI, entre 2007 y 2018, se observa una marcada diferencia en las tasas de desempleo entre distintos grupos de edad. Es notable que los jóvenes entre 14 y 24 años enfrentan mayores dificultades para ingresar o mantenerse en el mercado laboral en comparación con otros grupos etarios.
El Gráfico 1 muestra la tasa de desempleo en el Perú urbano durante el período mencionado, revelando fluctuaciones significativas a lo largo de los años. Donde se evidencia la gran diferencia entre la población más joven y los otros grupos de edades en lo que respecta a nivel de desempleo.
Gráfico 1
Perú urbano: Tasa de desempleo por rango de edad, 2007-2018
(Miles de personas)
Fuente: Banco Central de Reserva del Perú (BCRP). Elaboración propia.
En cuanto a la salud mental, en el gráfico 2, se puede apreciar la cantidad de casos atendidos por trastornos mentales y de comportamiento entre los años 2009 y 2017. Se observa un crecimiento a desde el principio al final de la línea de tiempo, con ciertas partes en la que parece que se llega a una meseta, tal como en el 2012 y 2014, para luego seguir subiendo en años próximos. Se ve también que después de la abrupta subida en el 2013 y el 2014 con poco aumento, los casos atendidos empezaron a aumentar a un ritmo más rápido a través de los años.
Gráfico 2
Casos atendidos por trastornos mentales y del comportamiento, 2009-2017
(Miles de casos)
Fuente: Minsa (2018). Elaboración propia.
En este contexto, los trastornos de ansiedad y depresión son los más comunes en el país, según lo evidenciado en el Gráfico 3.
Gráfico 3
Perú: Casos de trastornos mentales, 2017
(Porcentaje)
Fuente: Minsa (2018). Elaboración propia.
Además, se observa un incremento progresivo en la asignación de recursos al Programa Presupuestal N° 131 de Prevención y Control en Salud Mental, como se muestra en el Gráfico 4.
Gráfico 4
Proyección de asignación en el Programa Presupuestal 131 nivel regional y nacional 2021
(Millones de soles)
Fuente: Minsa (2018). Elaboración propia.
En el gráfico 5 se aprecia los datos acerca de la inversión per cápita en salud mental en el 2017 por regiones. Se ve que la región con más inversión per cápita es Moquegua (S/. 43.4) seguida de Lima Metropolitana (S/. 37.9), ambas superando el promedio de inversión per cápita de países de medianos ingresos. Mientras que la región con menor inversión per cápita presentada en el gráfico es Ancash (S/. 2.1) que junto con 22 regiones más, se encuentra por debajo del promedio de inversión de países de bajos ingresos.
Se ve también que las 15 últimas regiones ni siquiera llegan a los S/. 5 per cápita, siendo todas estas las que causan que el promedio peruano también se encuentre por debajo del nivel de inversión de países de bajos ingresos con S/. 12.6. Se aprecia una clara desigualdad entre las regiones, lo cual ha de ser tomado en cuenta en futuros tratamientos de la salud mental a nivel nacional.
Gráfico 5
Al analizar la relación entre desempleo y salud mental, se evidencia una interconexión entre estas variables en los últimos años. Por ejemplo, el Gráfico 6 compara la tasa de desempleo juvenil con los casos de ansiedad atendidos entre 2009 y 2017, mostrando correlación en los últimos años.
Gráfico 6
Perú: Casos de ansiedad y tasa de desempleo, 2009-2017
(Miles de casos, porcentaje)
Fuente: Minsa (2018) e INEI (2019). Elaboración propia.
Del mismo modo, el Gráfico 7 contrasta la tasa de desempleo con los casos de depresión atendidos en el mismo período, revelando patrones similares de comportamiento en los últimos años.
Gráfico 7
Perú: Casos de depresión y tasa de desempleo, 2009-2017
(Miles de casos, porcentaje)
Fuente: Minsa (2018) e INEI (2019). Elaboración propia.
3. Conclusiones
El análisis de los datos del caso peruano apunta hacia una relación significativa entre la inversión en salud mental y el desempleo juvenil. A pesar de observarse un incremento en la atención de casos de trastornos mentales, particularmente de ansiedad y depresión, se enfrentan desafíos considerables derivados de la disparidad en la inversión per cápita y la distribución desigual de recursos entre regiones.
Estos resultados resaltan la necesidad urgente de implementar políticas integrales que aborden tanto la salud mental como las causas subyacentes del desempleo juvenil, con el objetivo de fomentar el bienestar general de la población peruana. Así, la inversión en salud mental no solo puede generar retornos positivos en términos de bienestar individual y colectivo, sino que también tiene el potencial de contribuir a la mitigación de desafíos sociales, como el desempleo juvenil, fortaleciendo de este modo el tejido social y económico del país. En última instancia, el cuidado de la salud mental emerge como un componente esencial para el desarrollo sostenible y la prosperidad de la sociedad en su conjunto.
Bibliografía:
INEI. (2017). Perú: Participación de la Población en la Actividad Económica, 2017
Maslach, C., & Leiter, M. P. (2001). Job burnout. Annual Review of Psychology, 52(1), 397-422.