“Las políticas están dentro de un sector. Dentro, hay personas que trabajan, tienen carreras e incentivos de carrera, como cualquier otra persona en el mercado laboral”.
El plano político peruano atraviesa, desde hace ya algún tiempo, problemas en la calidad de gobierno de sus autoridades. Entonces, surgen las preguntas de cómo implementar mecanismos en el Estado para mejorar estas deficiencias y, en general, las políticas públicas. Conversamos sobre estas interrogantes con César Martinelli, profesor de economía de la George Mason University, y cómo la teoría de juegos puede ayudar a resolverlos.
Teniendo en cuenta que los mecanismos de rendición de cuentas son importantes, ¿cómo tendrían que diseñarse para que sean adecuados a un sistema político?
Tenemos que pensar en la Constitución viva, no en el documento legal sino cómo se aplica en la práctica en la forma de un juego. Justamente, ese juego atrae a un cierto tipo de jugadores –que son los políticos– y les dan incentivos. Nosotros tenemos que mirar esos incentivos como una carrera política, porque en esa carrera política hay, por un lado, selección y, por el otro, sanciones. Esto tiene que ver con que si los votantes premian o no buenas acciones. Entonces, la selección y las sanciones dan, en el equilibrio, la calidad de la política pública. Una manera de ver las políticas públicas es como un resultado de un gran juego donde hay incentivos dados por la Constitución y las normas que no son legales, sino factuales.
Las políticas están dentro de un sector. En ese sector, hay personas que trabajan, tienen carreras y tienen incentivos de carrera, como cualquier otra persona en el mercado laboral. Así, como cualquier otro individuo, sus incentivos a comportarse están dados por los jefes que tiene, cómo puede ascender, etc. En ese caso, los jefes tienen muy poca información; en nuestro caso, los jefes serían los votantes. Tenemos que pensar qué tipo de gente queremos tener, de dónde salen los congresistas, los jueces y los ministros. Tenemos que ver el Estado como un sector.
Entonces, ¿toda esta forma de ver al Estado y a la carrera política debe ser implementada en las normas de la Constitución?
Para estudiar eso tenemos que tener en cuenta que el juego real no es lo que la Constitución dice formalmente, sino cómo se aplica.
Estados Unidos tiene el Congressional Budget Office, que es una oficina técnica dentro del Congreso que evalúa la viabilidad económica de las leyes. ¿Cree que esta sería una buena iniciativa para el Perú?
A mí me parece un tema importante que haya un know-how por parte del Congreso. Hay otros temas que tienen que ver con la manera de cómo elegimos a los congresistas que creo que son malas instituciones. Primero, creo que hay un mal apportionment en el Congreso peruano. En otras palabras, la distribución de los escaños por partido, si se va a usar una cifra repartidora, requiere de un distrito único. Si se quiere que el Congreso refleje la fuerza electoral de distintos partidos, es necesario un distrito único. Si no, hay que cambiar la manera de elegir el Congreso. Y lo segundo es que el pase del bicameralismo al monocameralismo ha hecho perder capacidad de reflexión. Aunque dos cámaras hacen al Congreso más lento, permite que las decisiones que son importantes se tomen con más frialdad.
Por otro lado, dos cámaras permiten que haya maneras diferentes de elegir. En general, hay dos desiderátums en el Congreso: que la representación política sea semejante a la proporcionalidad y que haya representación de distintas partes del país. ¿Cómo hacer ambas cosas? Se pueden tener cámaras formadas por reglas diferentes. Lo natural es que la cámara baja sea proporcional y la alta sea territorial.
¿Con dos cámaras se podría evitar que el presidente cierre el Congreso?
No lo sé. La Constitución peruana no es muy clara si el presidente puede efectivamente cerrar el Congreso. Hay dos interpretaciones diferentes. Si leemos el artículo 134 de la Constitución, no está claro bajo qué escenarios el presidente tiene la facultad de cerrar el Congreso. En este tema la Constitución es confusa. Y de hecho es confusa en el sentido de diseño, pues mezcla un régimen presidencial con un régimen parlamentario.
En un reciente modelo suyo, los votantes se basaban en la información que tenían sobre los políticos para elegir por quién votar, que generalmente era su historia política. Pero ¿cómo se puede explicar que haya sido elegido alguien con una historia política mala y cómo se explica la presencia de outsiders en las diferentes campañas políticas en el Perú?
Depende de lo que los votantes tienen delante. Aun sin una carrera política buena o inclusive sin carrera política, los electores pueden pensar que es cierto candidato es una buena opción. El político con una carrera también es una lotería. En todo caso, que exista un outsider con buenas probabilidades de ganar es un síntoma de que algo está mal en el sistema político y que las opciones que han tenido con una cierta carrera son descartadas por los votantes. Es como una puerta de escape; tiene que haber libertad de entrada política como en cualquier otro sector.
Para finalizar, ¿se podría modelar el escenario político peruano como un juego de desgaste entre el Ejecutivo y el Legislativo, donde existe una puja para ver quién cede más terreno y el indicador de desgaste es la opinión pública?
Sí se podría, hay un elemento de negociación frente a la opinión pública. El problema es que esta dinámica termina siendo nefasta para el bien común.