Económica

Analogía entre dos sistemas morales (político-económicos): comunismo y cristianismo

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Analogía

La analogía es una combinación de univocidad y equivocidad, es decir: resalta tanto las semejanzas, pero —sobre todo— las diferencias. En esta dirección, el Comunismo en tanto razón entre el Materialismo Dialéctico y la Filosofía de la Historia es análogo al Cristianismo en tanto razón entre el Espiritualismo Dialéctico y la Teología de la Historia. El comunismo tiene una dialéctica progresiva que va de lo mismo a lo distinto y el cristianismo una dialéctica regresiva que va de lo distinto a lo mismo. Ambos se transforman en el límite, ya sea a modo de revolución proletaria o de segundo advenimiento, para llegar a un fin semejante: la emancipación o salvación, donde no hay explotación del hombre por el hombre.

Esta semejanza situará al comunismo como un materialismo espiritual y al cristianismo como un espiritualismo material, los cuales son reinvindicados política y económicamente por dos imperios: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el Imperio Romano de Constantino, los cuales —a su vez— exaltan y hacen exitosos (conocidos) a dos figuras históricas fundamentales: Marx y Jesús. Finalmente, se encuentra que la diferencia más significativa entre ambos esquemas es que uno es revolucionario y el otro contrarrevolucionario (reaccionario).

1. Insumos: Analogía y Dialéctica

1.1. Analogía

Las metáforas son analogías o, mejor dicho, toda analogía es una metáfora. De hecho, Aristóteles distingue cuatro tipos de metáfora: (1) dar a un género el nombre de una especie, (2) dar a una especie el nombre de un género, (3) dar a una especie el nombre de otra especie, dentro de un mismo género, y (4) por analogía (Poética, 2016 [335 a.c.], cap. 21). Esta última ha tenido un papel importante en la historia de la filosofía y la ciencia en general. Rol no casual, dado que utilizar metáforas para pensar es algo inexcusable, independientemente del tipo de metáforas que se utilicen.

En el ámbito filosófico, académico y científico, la utilización de analogías ha sido un recurso pedagógico y explicativo fundamental para la comprensión de conceptos. Platón emplea analogías para ilustrar principios abstractos, como la comparación entre el sol y la idea del bien o el uso del ojo como símbolo de la parte inteligible del alma. De manera similar, en el campo de la filosofía política, Thomas Hobbes recurre a la figura del Leviatán para representar al Estado, evocando la analogía platónica del Estado como un barco.

En las ciencias naturales, figuras como Isaac Newton y Charles Darwin aplican analogías para explicar la atracción gravitatoria y la selección natural, respectivamente. En las Ciencias Sociales, «economistas» como Adam Smith, David Ricardo, Daniel Defoe y Ronald Coase han utilizado analogías, como la «mano invisible» o el «flujo circular de la renta», para elucidar conceptos económicos como la organización del mercado, la distribución de recursos o la naturaleza de la escasez y los bienes públicos.

Estas analogías han demostrado ser herramientas exitosas para la transmisión de conocimiento, al facilitar la comprensión de teorías y principios complejos a través de la comparación con elementos más familiares o intuitivos.

Analogía
Fuente: Elaboración propia.

La problemática de la analogía, inexcusablemente usada, queda cristalizada en el contexto de la Europa Medieval, concretamente, en el contexto de los estudios gramaticales de la Escuela de Chartres. Contexto positivo que se enfocó en el estudio de una realidad tecnológica institucional como es el lenguaje de palabras, en el cual se suscitó el problema de los universales (Gonzáles, 2015, p. 160). Estos (universales) abordan la cuestión de si los conceptos abstractos (“azul”, “maldad”, “belleza”, etc.) tienen una existencia independiente o son solo nombres para describir nuestras experiencias sensoriales.

Es decir: el problema entre la relación que tienen las categorías, cualidades o relaciones que podemos predicar de las cosas (universales) y los objetos particulares del mundo físico. Problema discutido durante milenios hasta la actualidad, el cual quedó coagulado en tres posiciones posibles: Realismo Exagerado, Nominalismo y Realismo Moderado (Ongay, 2013).

 

  1. El Realismo Exagerado señala la existencia de una correspondencia directa entre conceptos universales y la realidad, es decir, estos existen independientemente de los objetos particulares y las percepciones mentales.
  2. El Nominalismo señala que los universales no existen fuera de nuestras mentes, es decir, son nombres o etiquetas que usamos para agrupar objetos según similitudes.
  3. El Realismo Moderado señala una posición intermedia, a saber, los universales existen, pero solo en la mente como conceptos (palabras) que pueden predicar múltiples objetos. No son entidades reales independientes de los seres pensantes, sino construcciones mentales basadas en nuestras experiencias sensoriales.

 

Ahora bien, en la dirección del realismo moderado, los universales pueden ser predicados de múltiples objetos, los cuales —a su vez— se pueden recibir de tres maneras distintas: (a) Unívocamente, cuando un término mantiene el mismo sentido en usos distintos; (b) Equívocamente, cuando un término tiene una pluralidad de sentidos pero sin conexión interna entre ellas; y (c) Análogamente, cuando los términos mantienen sentidos distintos, pero con una conexión interna (Gonzáles, 2015, pp. 163-164).

Los términos análogos mantienen sentidos distintos que son equívocos, pero en tanto son sentidos que están interconectados se acercan a los unívocos. Entonces, la analogía es una mezcla entre univocidad y equivocidad. En este contexto, Cayetano (1498), siguiendo a Santo Tomás de Aquino, distingue tres tipos de analogía: (I) analogía de desigualdad, (III) analogía de atribución, y (III) analogía de proporcionalidad (Hevia, 2005, pp. 3-5).

 

  1. La Analogía de Desigualdad son aquellas cosas que reciben el mismo nombre y cuyo concepto, de acuerdo con el significado del nombre, es del todo idéntico, aunque desigualmente participado. Por ejemplo, todos los cuerpos son igualmente corpóreos (tridimensionales), pero hay cuerpos más perfectos que otros: los cuerpos celestes son más perfectos que los cuerpos infralunares (Ongay, 2013).
  2. La Analogía de Atribución son aquellas cosas que poseen el mismo nombre y cuyo concepto será idéntico respecto al término, pero distinto según las relaciones que se establecen con ese término. Por ejemplo, el concepto sano se refiere a la salud orgánica, pero según las relaciones que se establezcan con este término, las demás cosas también se dicen sanas como la orina sana, medicina sana, economía sana, etc.
  3. La Analogía de Proporcionalidad son aquellas cosas que tienen un nombre común y cuyo concepto, de acuerdo con el significado de este nombre, es idéntico pero proporcionalmente. Por ejemplo, la visión corporal es al cuerpo, lo que la visión intelectual es al alma, y las otras analogías de este tipo que se ejemplificaron previamente.

 

Este último tipo de analogía permite reinvindicar el concepto de analogía (original) característico de la geometría, pues hay una razón común en los términos que son conmensurables entre sí, esto es: la relación de ratio común entre dos o más cantidades diferentes. Y la virtualidad de este tipo de analogía se da en la medida que es una idea dialéctica (identidad en diferencia), en tanto que es una suerte de combinación entre unicidad y equivocidad.

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La analogía de proporción es un quicio que nos permite concebir la realidad, tomando en cuenta la pluralidad de los términos que la componen, pero también su codeterminación mutua. Con todo esto, a continuación, se desarrollará una analogía de proporción entre el Comunismo y el Cristianismo, plasmada en la siguiente razón.

 

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1.2. Dialéctica

Ahora bien, sigamos con la estructura geométrica y funcional para definir las dialécticas mencionadas previamente (Materialismo Dialéctico y Espiritualismo Dialéctico). Para ello, entenderemos que tanto la dialéctica materialista como la espiritualista tienen comportamientos similares, pues ambos se van transformando y están dotadas de movimiento, pero con una particularidad: en el comunismo se habla de un movimiento (transformación) progresivo que va de lo mismo a lo distinto, mientras que en el cristianismo se habla de un movimiento (transformación) regresivo que va de lo distinto a lo mismo.

Dicho de este modo aún no se explica nada, pero —por lo mismo— hagamos un nuevo análogo, a saber: la dialéctica materialista (comunismo) tiene un movimiento similar al de las series de Fourier en el límite, y la dialéctica espiritualista (cristianismo) tiene un movimiento similar al de un ángulo agudo de un triángulo rectángulo que cambia sucesivamente de valores hasta formar un nuevo triángulo rectángulo, en el límite.

1.2.1. Dialéctica Materialista (Progresus Comunista): De lo Mismo a lo Distinto

La dialéctica materialista se manifiesta cuando los términos se presentan según su trayectoria de origen, procediendo unos como desarrollo de los otros. La contradicción parece dotada de movimiento, al hablar de una génesis que no necesariamente se dispersa en sucesión temporal, y que adopta una característica distinta al llevarla al límite.

En el caso del Materialismo Dialéctico, la génesis y el movimiento de la contradicción serían los modos de producción que establecen la lucha de clases sociales, las cuales, en el límite, conducen a una contradicción final: el modo de producción comunista, donde ya no existen clases sociales ni Estado. Aquí, el límite es la revolución proletaria.

Ejemplo: Las series de Fourier, donde existe un movimiento de funciones continuas, las cuales en el límite adoptan una característica distinta: funciones discontinuas.

Una serie de Fourier es una manera de representar una función periódica mediante la suma de senos y cosenos, a saber, una función f periódica y definida en el intervalo [-L, L], la cual está dada por:

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Donde:

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La convergencia de f(x) es de dos tipos:

  1. Existe una convergencia puntual, donde la serie de Fourier converge puntualmente a f(x) en un punto x si el límite de las sumas parciales de la serie es igual f(x) en ese punto.
  2. Y existe una convergencia uniforme, donde la serie de Fourier converge uniformemente a f(x) en un intervalo si converge a f(x) en cada punto del intervalo y la velocidad de la convergencia es la misma en todo el intervalo.

Lo interesante de una serie de Fourier es que una función continua converge, en su límite, a una función discontinua. El ejemplo paradigmático de esto es la función de diente de sierra (discontinua), que deviene de una función seno o coseno (continuas): una función continua en un intervalo, pero con una discontinuidad en los extremos del intervalo. La serie de Fourier, en este caso, converge de una función continua con un salto en la discontinuidad. En este punto de discontinuidad, la serie no converge al valor de la función en ese punto, sino al promedio de los valores en ambos lados de la discontinuidad, esto es, el fenómeno de Gibbs (Duoandikoetxea, 2003, pp. 41-44).

Sea f(x) continua en [-L, L], excepto en un punto c, La serie de Fourier Sn(x), donde N es el número de términos, converge uniformemente a f(x) en todos los puntos de la continuidad; y, en el punto de la discontinuidad c, la serie de Fourier converge al promedio de los laterales de f en c. Donde f(c-) f(c+) son límites de f en c desde la izquierda y la derecha, respectivamente.

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Así, la convergencia de la serie de Fourier de una función continua a una función discontinua, en el límite, es un ejemplo de cómo el comportamiento de las series infinitas puede ser contradictorio y contraintuitivo respecto de las características de una definición.

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Fuente: Elaboración propia.

El gráfico muestra cómo una serie de Fourier compuesta por funciones seno (continua) se aproxima a una función escalón (discontinua), línea negra sólida. Se puede ver que la función es discontinua en x=0 , a pesar de que las funciones son continuas, basadas en seno. A medida que el número de términos aumenta, las sumas parciales comienzan a ajustarse más a la forma de la función escalón, incluyendo el comportamiento en la discontinuidad. De este modo, la sucesión de funciones continuas basadas en el seno puede converger a una función que incluye discontinuidades, destacando un aspecto fascinante de las series de Fourier como los dientes de sierra.

De nuevo, las series de Fourier muestran una característica que define la sucesión: la continuidad (los modos de producción que contraponen clases sociales), el cual cuando pasa al límite (la revolución proletaria) se transforma, pasando a la discontinuidad (el modo de producción comunista sin clases sociales).

1.2.2. Dialéctica Espiritualista (Regresus Cristiano) – De lo Distinto a lo Mismo

La dialéctica espiritualista se evidencia cuando un conjunto de características particulares y distintas convergen progresivamente hacia una única definición al aproximarse al límite. Esto implica que una definición compuesta por varias características, al acercarse a su límite, converge hacia la misma definición original, sin presentar contradicción pero sí un movimiento que va de lo diverso a lo idéntico.

En el Espiritualismo Dialéctico, la definición inicial es el Milenio o Reino de Dios, el cual atraviesa un proceso de autoconciencia a lo largo de la historia. Al alcanzar el límite, se llega al reconocimiento de la definición inicial, es decir, al mismo Reino de Dios, en el cual desaparecen las clases sociales y el Estado. Aquí, el límite es el segundo advenimiento.

Ejemplo: El paso del ángulo agudo (cateto-hipotenusa) de un triángulo rectángulo que cambia sucesivamente de valores en su límite, hasta llegar a formar un nuevo triángulo rectángulo. 

Al explorar las relaciones entre los lados de un triángulo rectángulo variando uno de los ángulos agudos, se observa que, al acercarse este ángulo al límite de 90°, la configuración del triángulo cambia de manera que la hipotenusa pasa a comportarse como uno de los catetos, y el cateto opuesto al ángulo variable se convierte en la nueva hipotenusa. Este proceso culmina en la redefinición del triángulo rectángulo inicial, evidenciando cómo la geometría interactúa dinámicamente con el cambio de ángulos.

A saber: si tenemos un triángulo rectángulo ABC, donde ∡ABC es un ángulo recto , ∡BAC es un ángulo agudo que varía, en un contexto donde AC es hipotenusa, AB es un cateto fijo y BC es el cateto que se prolonga. Entonces, a medida que ∡BAC se aproxima a 90°, el cateto BC se aproxima al infinito y se alarga indefinidamente, hasta que AC tiende a alinearse con AB

Para reflejar mejor esto (geométricamente), definamos θ como el ángulo ∡BAC; a como la longitud de AB; b(θ) como la longitud del cateto BC como función del ángulo ; y c(θ) es la longitud de la hipotenusa AC como función del ángulo . De modo que, siguiendo definiciones trigonométricas sobre el triángulo rectángulo:

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Entonces, en la medida que θ se aproxima a 90°, tan(θ) se aproxima al infinito y cos(θ) se aproxima a cero. 

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La convergencia hacia el límite, en el ejemplo, es la tendencia de la longitud del cateto BC y la hipotenusa AC a crecer indefinidamente, a medida que θ se acerca a 90° (su límite). Se muestra el comportamiento asintótico de las funciones trigonométricas a(θ ) y b(θ ) en el límite (θ→90°), lo cual implica que tanto la longitud de BC como  tienden al infinito a medida que θ se acerca a 90° (su límite), formado un “triángulo birrectángulo” (Espitia, 2009, pp. 3-5).

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Fuente: Elaboración propia.

Las trayectorias de la punta de la hipotenusa y el cateto BC en un triángulo, marcadas por líneas discontinuas roja y verde respectivamente, ilustran cómo, al incrementar el ángulo, BC crece indefinidamente y la hipotenusa se desplaza para formar un triángulo birrectángulo. A medida que el cateto variable y la hipotenusa se extienden hacia el infinito, ambos convergen y se encuentran, formando nuevamente un triángulo recto.

De este modo, el triángulo birrectángulo muestra una característica que define la dialéctica espiritual: la convergencia del ángulo agudo al límite (90°) de un triángulo rectángulo (Reino de Dios), el cual va tomando valores distintos hasta que en su límite (Segundo Advenimiento) forma un nuevo ángulo agudo y denotando —de nuevo— un triángulo rectángulo (Reino de Dios).

2. Marx y Jesús

Para desarrollar una analogía de proporción entre el cristianismo y el comunismo, resulta necesario aclarar que el comunismo al que me refiero es el comunismo realmente existente, el cual está fundado en dos planos: (1) el Materialismo Dialéctico y (2) la Filosofía de la Historia. Dos elementos necesarios para establecer críticamente un método que tome en cuenta las interpretaciones y posiciones tanto de cristianos como comunistas, para tomar partido por la propuesta más consistente o que tenga menos contradicciones (López, 2017, p.5).

Por ello, el comunismo del que se habla no se funda en el anarquismo de Proudhon y Bakunin, ni con la propuesta socialdemócrata de Bernstein, Kautsky y el SPD de la República de Weimar en Alemania (Segunda Internacional), ni en el comunismo chino, principal potencia del panorama geopolítico actual, ya superando al Imperio Estadounidense en la hegemonía mundial, sino en el Marxismo-Leninismo tal y como se desarrolló en la URSS justo en la formación de la Tercera Internacional y la Kominform. 

Evidentemente, si bien todas las corrientes mencionadas son derivaciones de la izquierda definidas de manera independiente, no están disociados del todo. Pero se elige al Marxismo-Leninismo, dado que implica el control ideológico, político y financiero de los partidos comunistas de las diferentes naciones políticas.

A saber: el Marxismo-Leninismo se plasmó en una plataforma realmente existente con la construcción de una plataforma continental (imperial) que funcionaba a nivel geopolítico durante varios periodos de la histórica reciente: fin de la IGM, periodo entreguerras, IIGM, y más de cuatro décadas de Guerra Fría, terminando con el hundimiento de la URSS y su separación en repúblicas “independientes” (véase Velarde, 2017).

Lo cierto es que el Marxismo-Leninismo se mostró en tanto imperio con la URSS, sociedad política centrífuga que trataba de asimilar a la metrópolis a sus territorios conquistados, esto es, su industrialización, alfabetización y sanidad de sus habitantes (López, 2017; Suárez, 2024). Es decir: la URSS hizo posible el comunismo a través del Estado, a pesar de la dogmática marxista de horizonte anarquista, en la cual se propugna la abolición del Estado, pues pareciera que la condición necesaria para ello era hacerlo más fuerte, hasta reconstruirlo en un Imperio, como ahora lo está haciendo China.

Pero no es gratuito situar al Marxismo-Leninismo como posición moral (político-económica) generadora del comunismo para hacer la analogía con el cristianismo, pues si no hubiera habido una revolución bolchevique en octubre de 1917, la figura de Marx hoy en día sería simplemente la de un filósofo y economista alemán del siglo XIX, conocido sólo por académicos de las Ciencias Sociales y Humanidades, como Ludwig Feuerbach o Max Stirner. De manera análoga, Jesús de Nazaret, sin el Imperio Romano de Constantino y sin la proclamación del cristianismo como religión oficial del imperio en el edicto de tesalónica en 380 con Teodosio de emperador, hubiera sido un personaje histórico tan conocido como Apolonio de Tiana (Rivera, 2019, pp. 115-118).

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Tanto Marx como Jesús, sin una sociedad política puesta en marcha con fines imperiales, serían hoy en día personajes para eruditos. Tanto el Estado Romano y el Estado Soviético hicieron de Jesús y Marx figuras de renombre universal. No obstante, la diferencia (necesaria en toda analogía) afirma —a mi parecer— la superioridad de Marx, pues sin él, la URSS no hubiese sido posible, aunque sin la URSS Marx no sería Marx, salvo conocido académicamente por su genialidad: El Capital. Superioridad también mostrada en su condición profética, pues Marx ya avecinaba el surgimiento, auge y estrepitosa caída del imperio soviético:

«[…] Si la nobleza continúa oponiéndose a la emancipación de los campesinos (rusos), estallará una gran revolución; de ella surgirá un régimen de terror de los siervos de la gleba semi-asiáticos, sin precedentes en la historia» (Marx, 17 de enero de 1859 en el New York Daily Tribune, Losurdo, 2008, p.116).

Superioridad que, no obstante, solo se expresa gracias a la astucia de Lenin y, sobre todo, Stalin durante una de las situaciones geopolíticas más complicadas de la historia: la guerra de los 30 años (1914 – 1945). No obstante, también habría que mencionar la virtualidad histórica de Jesús: el establecimiento de una nueva forma de delimitar el tiempo (antes de Cristo, después de Cristo) y las celebridades que se hacen en su nombre: Semana Santa, Navidad, etc.

3. Materialismo y Espiritualismo

Ahora bien, la analogía entre comunismo y cristianismo se da dentro de una oposición más amplia: materialismo y espiritualismo, los cuales se dicen de muchas maneras dado que comparten su condición sistemática, por la cual ambos comparten su contraposición respecto del escepticismo que no puede ser sistemático, aunque sí se ejercite un sistema, pues algunos escépticos incrédulos tienden al ateísmo y otros escépticos crédulos al fideísmo (López, 2017, pp.195-219).

Para simplificar, siguiendo a López (2017, p. 213), distinguamos el espiritualismo y el materialismo a través de las ideas de Cuerpo y Vida, a saber: (1) el Materialismo es un sistema que postula la condición corpórea de todo viviente y considera imposible la existencia de vivientes incorpóreos, y (2) el Espiritualismo es un sistema que postula la posibilidad de vivientes incorpóreos (inteligencias separadas del cuerpo orgánico).

Evidentemente, el cristianismo es espiritualismo dado que sostiene la existencia de vivientes incorpóreos: Dios, los ángeles y demonios, pero también las almas de los difuntos que recuperarán su cuerpo el día del Juicio Final. No obstante, no es espiritualismo absoluto, dado que tiene un componente materialista plasmado en la resurrección de la carne y la encarnación de Dios en Jesús.

El cristianismo es un espiritualismo que afirma la materia pero por la gracia de Dios que la creó, razón por la cual Dios está separado del mundo que él ha creado y en el cual se desarrolla la historia sagrada (desde el génesis hasta el apocalipsis), esto es: la teología de la historia. Hay un dualismo en el cristianismo, aunque postule la trinidad del Padre, Hijo y Espíritu Santo: Dios y el mundo, pues Dios se funde en la materia al encarnarse en Jesús para sacrificarse en pos de la salvación de la humanidad del pecado original, pero también la condenación eterna de los impíos (López, 2017, p. 8).

Por otro lado, el comunismo es materialismo, dado que ya no hay creación del mundo cuanto sí la transformación de la materia, la cual es eterna, pues infiere el movimiento de múltiples modulaciones. El Materialismo Dialéctico (Diamat) define la materia como aquello que existe al margen de la percepción sensible e inteligible, cosas en el mundo que a través del progreso de la historia van transformándose en cosas para los humanos, esto es: la filosofía de la historia (Álvarez, 2009).

Posición que tiene cierto componente espiritualista, dado que la realización de la sociedad absoluta: el comunismo final, se da mediante el desarrollo dialéctico de la historia universal en sucesivos modos de producción (espíritus) de las épocas. Posición que, de hecho, arrastra una herencia cristiana, pues…

“[…] Nada hay oculto que no llegue a ser descubierto, ni nada secreto que no llegue a saberse […] Nada hay tan oculto que no haya de ser descubierto o tan escondido que no haya de ser conocido (Mateo, 10.26; Lucas, 12.2). 

A saber: en el materialismo espiritual del comunismo, Dios pertenece al mundo de manera horizontal (antes y después), que no de manera vertical (arriba y abajo), como lo propone el espiritualismo materialista del cristianismo. La trascendencia se sustituye por la inmanencia, y el teísmo por el humanismo, esto es: la inversión teológica (López, 2017, pp. 347-456). En otras palabras, el Marxismo-Leninismo incluye a Dios y el Hombre en la Naturaleza, situando a esta última (Naturaleza) como el eje central de la realidad, esto es, ateísmo.

La analogía de proporción infiere hablar de semejanzas y diferencias, que no de identidad, pues dos respecto a cinco es lo mismo que veinte respecto de cien, pero dos no es lo mismo que veinte. En este sentido, para aclarar las semejanzas, recordemos al irónico Bertrand Russell (2005, p. 411):

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Fuente: Elaboración propia con base en Russell (2005, p. 411).

Tanto en el Estado Comunista como en el Reino de Dios se llega a una emancipación humana, esto es, el fin de la explotación del hombre por el hombre: la abolición del Estado. Es decir, tanto en el comunismo como en el cristianismo hay un fin (del mundo o de la historia). Ambos esquemas tienen un pensamiento mitológico en el cual funcionan dos espíritus: el bien y el mal, con la consecuente victoria del bien y la condena de los que han elegido el camino del mal.

El esquema de la Teología de la Historia en el cristianismo y el judaísmo, que concibe una progresión histórica desde la promesa del Mesías y la instauración del Sacro Imperio Judaico hacia la culminación cristiana en el juicio final de Cristo, se refleja paralelamente en la Filosofía de la Historia del comunismo (Álvarez, 2009; López, 2017). Este último visualiza una evolución dialéctica marcada por la lucha de clases, que avanza hacia el triunfo definitivo del proletariado, erradicando los antagonismos sociales y la explotación humana, y desemboca en un estado final de paz y progreso perpetuo.

Ambos esquemas comparten la noción de una era final redentora: en el cristianismo, articulada a través de las Edades del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y en el comunismo, mediante la victoria proletaria post-revolucionaria. Así, ambos paradigmas sugieren una secuencia sucesiva y emancipadora en el desarrollo histórico, aunque desde perspectivas espirituales y materialistas, respectivamente.

No obstante, la diferencia se da en que los planes y programas diseñados por los comunistas quedaron desbordados por la realidad: la dialéctica de la política real que objetivamente barrieron la tesis esquemática del fin de la explotación y de las guerras. La historia continuó y continúa con sangre, sudor y lágrimas: incremento de la tasa de ganancia.

4. Final

Lo cierto es que la revolución mundial quedó pulverizada, siendo protagonista de dos guerras mundiales y más de una docena de guerras civiles en el mundo. La situación geopolítica excedió a los comunistas, capitalistas, mundanos y cristianos. Precisamente, por ello, podemos decir que todo pensamiento esquemático de salvación o emancipación universal (desaparición del Estado) es pura fantasía. La historia ha demostrado que ni la crucifixión de Jesús en la cruz, ni la caída de la URSS, con la implantación política del sistema marxiano, pudieron salvar a la humanidad.

Pero, de nuevo, en toda analogía hay que tomar en cuenta las diferencias. Y la diferencia más notable entre el cristianismo y el comunismo se plasma en la llamada de la Biblia a la contra-subversión del orden vigente, es decir,  a la contra-revolución. Esto es: el carácter contrarrevolucionario del cristianismo. Esta es la razón por la que el marxismo-leninismo (comunismo) no puede ser catalogado como una religión, cuanto una contra-religión.

«Cada uno en esta vida debe someterse a las autoridades. Pues no hay autoridad que venga de Dios, y los cargos públicos existen por voluntad de Dios […] No hay por qué temer a las autoridades cuando se obra bien, pero sí cuando se obra mal. ¿Quieres vivir sin tener miedo a las autoridades? Portate bien y te felicitarán […] Así, pues, hay que obedecer, pero no solamente por miedo al castigo, sino por deber de conciencia […] Que cada uno, pues, permanezca en la situación en que estaba cuando fue llamado. ¿La llamada de Dios te alcanzó siendo esclavo? No te preocupes. Pero si puedes conseguir la libertad, no dejes pasar esa oportunidad […] El discípulo no está por encima de su maestro, ni el sirviente por encima de su patrón. Ya es mucho si el discípulo llega a ser como su maestro y el sirviente como su patrón […]» (Romanos 13.1-4; I Corintios, 7, 17-24, Lucas, 10.24-25).

«Para una sociedad de productores de mercancías, cuya relación social general de producción consiste en comportarse frente a sus productos como ante mercancías […], como trabajo humano indiferenciado, la forma de religión más adecuada es el cristianismo, con su culto del hombre abstracto, y sobre todo en su desenvolvimiento burgués […] El reflejo religioso del mundo real únicamente podrá desvanecerse cuando las circunstancias de la vida práctica, cotidiana, representen para los hombres, día a día, relaciones diáfanamente racionales, entre ellos y con la naturaleza. La figura del proceso social de vida […] solo perderá su místico velo neblinoso cuando, como producto de hombres libremente asociados, éstos la hayan sometido a su control planificado y consciente» (Marx, 2008 [1867], pp. 96-97).

Bibliografía

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