Es claro que cada vez crecemos menos. Pero, ¿acaso esto es parte de un proceso normal de convergencia a una economía más grande? Todo indica que no. Al parecer, nos estamos quedando a medio camino.
Si no consideramos el 2009 (año de crisis financiera en EEUU) en el 2013, nuestra economía creció 5,0%[1], el ritmo de crecimiento más bajo desde el 2004. Aquel mismo año habíamos comenzado a sentar las bases del sólido crecimiento económico que observaríamos en años posteriores. Las acertadas políticas económicas de apertura comercial y promoción de la inversión privada hicieron de nuestra economía una de las más atractivas entre los países emergentes. Esto, a su vez, tuvo como consecuencia la importante reducción de la pobreza en los últimos años, el crecimiento de nuestra clase media y, en consecuencia, el desarrollo de mercados orientados al consumidor.
Sin embargo, el ritmo de avance podría estar deteniéndose. En un contexto de desaceleración económica cada vez más fuerte, dos preguntas son válidas: ¿ya hemos logrado suficiente como para crecer a un ritmo menor? o ¿es que nos estamos quedando a medio camino? Es evidente que aún no hemos logrado niveles de desarrollo similares a los de países como los del sudeste asiático, que en el pasado crecieron a tasas altísimas para luego convertirse en economías con mayor infraestructura, capital humano y mejores instituciones. En lugar de esto, parece ser que los factores detrás del extraordinario crecimiento de los últimos años comienzan a debilitarse y todo esto antes de haber llegado a la meta.
En primer lugar, tenemos el importantísimo cambio del entorno internacional que se inició a mediados del 2013. De no ser por las extraordinarias condiciones de la década de los 2000: enorme entrada de capitales, altos precios de commodities de exportación y, luego de la crisis financiera, tasas de interés internacionales bajísimas; difícilmente podríamos haber logrado un crecimiento como el que tuvimos. Aunque nada de esto está bajo nuestro control, es necesario reconocer que el entorno ya cambió y que este factor no estará presente en los próximos años.
En segundo lugar, la inversión privada, la principal razón detrás del crecimiento económico de las últimas décadas, se ha desacelerado significativamente. Esta ha pasado, de crecer de tasas cercanas al 20% en los años 2004-2012 (de nuevo, sin considerar el año de crisis), a crecer casi 4% en el 2013. Y al parecer la tendencia a la baja continuará; en el último trimestre del año pasado, creció solo 0,5%. Esto ya tiene ramificaciones importantes en otros sectores de la economía. Los envíos no tradicionales al extranjero vienen cayendo desde mayo del 2013; la producción manufacturera no primaria (de mayor valor agregado), desde noviembre del 2013; y el empleo a nivel nacional crece menos de 2%-su menor ritmo desde el 2009.
Países como Corea del Sur, Tailandia, Singapur y Hong Kong necesitaron de más de veinte años para poder llegar a donde están ahora. Siendo complacientes, nosotros no vamos más de diez. ¿Es que acaso se nos fue el tren a medio camino? Quizá. ¿Podemos hacer algo? No mucho. En un contexto tan distinto al de años anteriores, implementar políticas que nos permitan hacer sostenible el crecimiento, como mejorar el capital humano, la infraestructura y las instituciones, es más difícil aunque igual de necesario e, incluso, más importante. Sin embargo, es muy poco probable que volvamos a ver tasas de crecimiento como las de nuestros años de bonanza.
(*) Victor Hugo es egresado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
[1]Tomando en cuenta el año base del 1994.
Fuentes:
Datos del BCRP y del FMI