La profesora Giovanna Aguilar realiza un breve análisis acerca del estado de la industria microfinanciera en el Perú y los principales retos a los cuales se enfrenta.
El avance de las microfinanzas en las décadas pasadas fue importante para consolidar esta industria en nuestro país: niveles elevados de competencia, crecimiento de las instituciones en ese sector, mayor posibilidad de atender de forma rentable a amplios segmentos de la población -sin acceso a servicios financieros provenientes de la banca comercial- con una novedosa tecnología crediticia para incluirlos así al mercado financiero formal. En efecto, uno puede revisar los indicadores financieros y de alcance del sistema microfinanciero peruano y encontrar evidencia que sustenta por qué nuestra experiencia microfinanciera es considerada emblemática en todo el mundo. Asimismo, Perú ha sido elegido por seis años consecutivos como el entorno más favorable para el desarrollo del negocio microfinanciero por el informe Microscopio Global, elaborado por The Economist Intelligence Unit. De esta manera, el ayer de nuestras microfinanzas puede ser considerado como la bella época de la expansión con estabilidad e inclusión financiera.
Hoy en día, la industria microfinanciera peruana es una industria madura con instituciones que tienen trayectoria y experiencia en el negocio, con un entorno más competitivo y con mayor exposición a procesos de fusiones y adquisiciones. Los resultados financieros de hoy son diferentes a los que se tenían en las décadas pasadas. Por un lado, los márgenes financieros y la rentabilidad son menores; y por otro, la actual coyuntura y la mayor competencia del mercado enfrentan al sector a un incremento de la morosidad, principalmente, en su cartera vinculada al financiamiento de micro y pequeñas empresas.
De cara a este escenario, el sector microfinanciero peruano enfrenta retos y desafíos que debe cumplir en el mañana.
En primer lugar, debe mencionarse el reto de mantener la fortaleza financiera de las entidades, para lo cual resulta indispensable establecer un adecuado manejo del riesgo y de la morosidad. El incremento de la morosidad de las carteras crediticias de las instituciones microfinancieras durante los últimos tres años es producto, en parte, del desfavorable contexto macroeconómico, pero también es producto del sobreendeudamiento al que vienen siendo expuestos los clientes (familias y empresas). Al respecto, el reto consiste en mejorar los sistemas de monitoreo y evaluación de nuevos clientes y a su vez, la identificación de nuevos mercados hacia los cuales expandir sus productos y servicios de manera que se asegure una expansión saludable de los créditos.
Un segundo reto es el que le impone la mayor competencia en el mercado, el cual obliga a las entidades microfinancieras a alcanzar mayores niveles de eficiencia para poder competir. Este desafío remite a pensar en fusiones, alianzas y adquisiciones que podrían producirse en el sector y cómo estas van a terminar afectando a la estructura de la industria y a la conducta de los operadores microfinancieros.
Un tercer desafío que enfrenta el sector microfinanciero es el de garantizar la continuidad del proceso de inclusión iniciado por las instituciones microfinancieras décadas atrás. No obstante al avance de las microfinanzas el Perú sigue manteniendo niveles muy bajos de inclusión financiera. Según indicadores provenientes del Reporte de Desarrollo Financiero Global 2014 del Banco Mundial, sólo el 21% de la población adulta mantiene una cuenta en el sistema financiero formal, mientras que en el quintil de hogares más pobres, este porcentaje llega a sólo 6%. Este reto obliga a pensar en nuevos productos, nuevas tecnologías financieras y nuevos mercados que permitan incorporar más clientes no bancarizados al sistema.
Estos son algunos de los retos que enfrenta el sector microfinanciero peruano en un futuro muy próximo. Sin duda, la superación de estos desafíos involucra no sólo a las instituciones microfinancieras sino también a las autoridades de este sector. Los esfuerzos mancomunados de estos dos actores deben conducir a garantizar la continuidad del desarrollo microfinanciero en nuestro país, con entidades sostenibles en términos financieros y de forma consistente con una mayor inclusión en zonas aún no atendidas como lo es, por ejemplo, el área rural.
(*) Giovanna Aguilar Andía