A poco más de un mes de las elecciones presidenciales han tenido lugar muchos hechos que marcarán la historia de estos comicios electorales como uno de los procesos más accidentados y más sorprendentes tanto en fondo como en forma. El 2016 se convertirá en el año en que uno de los candidatos presidenciales plagió y nadie se esforzó mucho por sacarlo de la contienda; otro candidato pasó “sospechosamente” una segunda evaluación para la inscripción de su plancha presidencial; tenemos a un candidato en una prisión preventiva poco común; uno en un proceso judicial acusado de asesinato y así podríamos seguir contando a todos los demás candidatos que tienen en conjunto más de 100 denuncias (entre archivadas y en proceso) pero haría de esta primera editorial de Económica un texto interminable. Hace 5 años existía mucha incertidumbre sobre quién sería el nuevo gobernante del país. Sin ningún sesgo explícito diremos que la mayoría de los peruanos se encontraban en una encrucijada muy parecida a la que se vive en el actual contexto, marcado por fantasmas del pasado, juicios de valor presentes y miedos futuros.
Esta situación que atravesamos los peruanos recurrentemente desde hace más de dos décadas nos hizo reflexionar sobre cuánta veracidad tienen los medidores de popularidad de todos los individuos mencionados que aspiran colocarse la banda rojiblanca este próximo 28 de julio..
¿Qué tanto tienen de cierto las encuestas? ¿Qué puede mover de manera tan estrepitosa las cifras en una encuesta? ¿Es algo exógeno o endógeno a la metodología? ¿Existen personas que deciden o alteran su preferencia por algún candidato luego de leer una encuesta? ¿Son las encuestas, con sus respectivas organizaciones detrás de ellas, editores de opinión? Estas son algunas de las cuestiones que intentaremos responder.
Fuente: IPSOS, CPI, DATUM
Según lo que hasta ahora se ha observado, el votante peruano tiene una baja lealtad hacia un solo partido y esto genera alta volatilidad electoral. Este factor es preponderante dentro de lo que representa la decisión de voto al momento de llegar a la urna electoral. Pues da espacio a que la percepción del individuo cambie (ya sea por la propia preferencia del votante a consecuencia de alguna declaración de su candidato u otro), lo que conlleva a que no haya continuidad dentro de las intenciones de voto.
Aunque hay planteamientos teóricos que indican que la intención de voto se ve influenciada por los resultados de los sondeos, esto aún no ha sido probado verídicamente por medios científicos u otros que sustenten dicha relación. Sin embargo, sí hay factores que determinan una suerte de “asociación” entre estos dos factores, y para el caso de Perú, un tercero que juega el papel de mediador entre ambos: la alta volatilidad electoral y poca lealtad electoral del votante hacia un partido.
Fuente: IPSOS, CPI, DATUM
Según algunos de los principales encargados de las empresas de investigación de mercados dentro de nuestro país, los elementos que juegan un papel preponderante en el hecho de que la encuesta, y por tanto las preferencias de ese momento sean válidas, son:
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Cobertura de la encuesta: Tratar de expandir la cobertura de la encuestas a nivel nacional, tanto en el ámbito urbano cuanto rural.
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Metodología bien planteada: Este tal vez es el elemento técnico que más problemas pudiera traer, pues si no se hace un muestreo adecuado y se utilizan las herramientas estadísticas apropiadamente, los resultados de la intención de voto no tendrán mucha relevancia en términos de significancia.
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Número de encuestados entre 1200 y 1800: Esto se desprende justamente de lo anterior, ya que si se tiene una buena metodología y se sigue de la mejor manera para aumentar la calidad de la información levantada, fácilmente una población reducida puede tener representatividad a nivel nacional.
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Financiamiento transparente: Si bien, muchas veces se habla que quien contrata las encuestas es quien recibe el beneficio en los resultados, esto no es cierto. Gracias a los acuerdos nacionales e internacionales sobre la investigación de mercados y la ética que se debe tener en cuanto al manejo de esta información, se han tenido avances provechosos en la publicación de resultados verídicos y que no implican la pérdida de credibilidad de las encuestadoras ni tampoco el de los clientes (que en muy pocos casos, para nuestro país, representan los intereses de grupos políticos, salvo algunas excepciones).
Cabe resaltar que el fin de una encuesta no es ser predictiva, sino solo ver el comportamiento a lo largo del tiempo y tener “la foto del momento” que los votantes y los clientes de las encuestadoras necesitan. Esto es el caso de la mayoría de las encuestadoras que pertenecen a la APEIM (Asociación Peruana de Empresas de Investigación de Mercados), las cuales se rigen por el código de ética de dicha institución y buscan que prevalezca tanto ante sus intereses como los de los clientes. Dicho ello, el mismo hecho que la investigación de mercados y percepción esté ligada a un tema de interés público y que probablemente se combina con una respuesta emocional, hace que dichos datos tengan determinado poder sobre la población, basados en los factores antes mencionados (básicamente, credibilidad de la institución que emite los datos).
Fuente: IPSOS, CPI, DATUM
Las diferencias que se presenten en puntos porcentuales entre cada una de las encuestadoras no es un hecho alarmante. Al contrario, evidencia que cada una de estas usa sus herramientas de la manera que mejor consideran ellas. Sin embargo, un hecho que debería llamar la atención es si uno de estos valores no está acorde a la tendencia de las demás encuestadoras (los picos o los bajos de un determinado candidato, por ejemplo). En el caso de nuestro país, hasta el momento, todas las encuestas han mantenido una intención de voto similar y este comportamiento se refleja en los cercanos porcentajes que registran.
El panorama electoral en el Perú se ha puesto “interesante”, por decirlo menos. Un par de días antes de la publicación de esta editorial, el Jurado Electoral Especial Lima Centro emitió el fallo a favor de las tachas contra las listas de Julio Guzman y Cesar Acuña, todo esto a treinta y cinco días de las elecciones presidenciales. Los peruanos nos estamos acostumbrando -lastimosamente- a que nuestra máxima “fiesta” democrática sea un albur cada cinco años, donde elegimos entre el “sida” o el “cáncer”1, es decir, por el mal menor. En este escenario, las encuestas y simulacros de votación son actores principales que siempre están en el centro de la discusión. Como se dijo con claridad anteriormente, estas demuestran “la foto del momento”, es decir, las preferencias de una muestra -estadísticamente significativa- en un determinado momento del tiempo. En este último tramo electoral, saltó a la luz la declaración del Ex Presidente y actual candidato por la Alianza Popular, Alan García, donde señala que en la campaña de las elecciones del 2006, una importante encuestadora, le ofreció sus servicios profesionales a cambio de un cuantioso honorario, lo cual siembra las dudas en los electores. Si bien no podemos afirmar que las declaraciones de García son las más creíbles, se abre la posibilidad de que sus declaraciones tengan cierto asidero en la percepción de la población acerca de las encuestadoras.
En este punto, tratamos de explicar de la mejor manera posible, que las encuestas algunas veces influyen y otras no sobre los votantes. No está científicamente comprobada la injerencia o no de las encuestadoras, pero podríamos tender hacia la premisa de que estas influyen (no de manera decisiva) sobre los electores indecisos y en épocas muy próximas al día de las elecciones. De esta manera, esta “influencia” es aprovechada por el candidato que representa el antivoto, o por aquel “outsider” que se presenta de manera mesiánica dada la ocasión. En esta coyuntura electoral, veremos finalmente el verdadero impacto de las encuestas en el electorado, pues los peruanos solemos ser muy volátiles y emocionales al momento de elegir a nuestras autoridades.
Las opiniones expresadas en esta editorial representan únicamente las del Equipo Web de Económica, estas no son emitidas en nombre de la organización ni de otro de sus miembros.