Hablar del uso de indicadores estadísticos en la Economía pareciera un tema un tanto obvio, pues se trata del conjunto primordial de herramientas que se utilizan para diagnosticar el “estado de salud” de las naciones. Sin embargo, detenerse sobre la cualidad moral —la Ética económica— que se encuentra detrás del diseño de estos y, también, sobre el propósito de sus objetos de medición, resulta relevante al observar lo caótica que puede llegar a ser la organización socioeconómica de las sociedades actuales.
¿Qué es un indicador estadístico?
Es un dato numérico que describe una situación y permite su análisis: una característica específica, observable y medible que sirve para mostrar los cambios y/o avances que está generando un agente en miras al logro de un resultado específico. Un ejemplo sencillo constituye el índice de Acceso a la electricidad (% de población) que calcula el Banco Mundial (2020).
Así, sin pretender caer en tautologías o repeticiones innecesarias, se entiende que un indicador estadístico es, en primera instancia, una herramienta de la Estadística que, si bien se origina dentro de esta ciencia, se ha extendido como materia de estudio hacia muchos otros dominios de la ciencia: Se encuentran en las naturales (Física, Química, Biología) y en las ciencias sociales y humanísticas (Economía, Política, Sociología, Antropología, Psicología) que también recurren a su diseño o utilización.
Importancia en la Economía
De forma más concreta, en la Economía, los indicadores estadísticos son importantes porque ayudan a evaluar qué tanto se está logrando con una política económica, en busca de aumentar el progreso de la sociedad. Así mismo, los indicadores permiten a los economistas evaluar e influenciar el funcionamiento de los mercados económicos.
Por ejemplo, al observar y analizar los indicadores estadísticos actuales del Perú, se puede realizar un diagnóstico sobre el estado de su Economía, y, también, una evaluación ex post de las políticas que se han estado implementando (tanto a largo como corto plazo) para verificar si han cumplido con los objetivos para los cuales fueron diseñadas. Esto es corregirlas, si fuese necesario, o transformarlas realizando ajustes con precisión. Es aquí cuando entra en juego la Ética económica.
Gracias a indicadores como el Producto Bruto Interno (real), la tasa de inflación (no estacional), el tipo de cambio, el nivel de desempleo, entre otras estadísticas del mercado laboral, de producción y el financiero, se pueden tomar decisiones mejor informadas e incluso formar expectativas para el futuro.
¿Qué es la Ética económica?
Para Enderle, la Ética económica es una rama que “abarca, también, los problemas de la motivación humana y el juicio del resultado social que no puede desligarse de las preguntas éticas acerca de lo que es bueno y justo: ¿cómo debe uno vivir y qué es una sociedad justa?” (1993). Según OXFAM, la Ética económica “nos ofrece las respuestas, dentro de un espacio de red sostenible y creativa” (2021).
Sobre la Ética económica
Resulta interesante pensar sobre cuán éticas son las decisiones que los economistas toman día a día. Al momento de diseñar nuevos indicadores, es necesario tener claro cuál será el propósito de la métrica que se está proponiendo y aquí entran los criterios de selección que denotan juicios morales, prioridades y la visión de la vida en general. Es como una balanza.
Según el Informe Stiglitz-Sen-Fitoussi, si nuestras medidas están defectuosas o tienen errores, entonces nuestras decisiones también se distorsionan (2008). Lógicamente, y esto es a lo que apuntan los autores, a veces los policy makers o los mismos economistas, nos encontramos ante “elecciones falsas”. Por ejemplo, escoger entre promover el crecimiento del PBI o la protección del medio ambiente al agregar un indicador de degradación ambiental a nuestro medidor de desempeño económico.
Este planteamiento nos azuza a pensar que, si los costos ambientales se reflejaran en las medidas de desempeño económico, el resultado sería marcadamente diferente. Sin ser muy sugerente, ¿qué tan buenos son nuestros indicadores?; ¿qué están midiendo? Como se expuso en un principio, existe un componente moral muy fuerte al momento de diseñar la métrica económica y la Ética económica se encarga de estudiarlo.
Y es que el bienestar de las personas depende de 2 recursos económicos: los ingresos, naturalmente, y los aspectos no monetarios de la vida de las personas, cuya sostenibilidad depende del stock de capital (humano, social, ambiental, físico) que se herede a las futuras generaciones (Sen, A., & Fitoussi, J. P., 2008).
He aquí la dificultad —el meollo de este artículo— que enfrenta la métrica actual: la medición de los aspectos más cualitativos ligados a la economía. Considerar, por poner un ejemplo, que si bien la inversión en servicios de salud excluyentes promueve el enriquecimiento monetario conjunto de la nación, no equivale a una mejoría en el bienestar social en la misma magnitud: el malestar de una persona discapacitada se prolongaría si los servicios médicos de su dominio geográfico no contaran con los servicios particulares que necesita, aunque sí cuente con la capacidad adquisitiva de pagarlos.
Existe una brecha entre los resultados estadísticos de los indicadores que miden el desempeño económico de las naciones y la percepción de las personas sobre los mismos (Stiglitz et. al, 2009).
En este sentido, es necesario rescatar el rol moral que los economistas deben ejercer como fin deontológico: una deliberación práctica en la que las decisiones racionales deben considerar simultáneamente aspectos económicos y morales sobre el orden social.
Sería aún más interesante meditar sobre cómo se relacionan estos temas con la “contradicción tradicional entre riqueza y moralidad” sobre la que escriben varios autores (Calvo, 2016; Harari, 2018; Stiglitz, J. E., Sen, A., & Fitoussi, J. P., 2008).
Fuentes:
Banco Mundial (1)
BCRP (2)
Calvo, P. (3)
Enderle, G. (4)
Harari, Y.N. (5)
OXFAM Intermón (6)
Stiglitz, J. E., Sen, A., & Fitoussi, J. P. (7)
Stiglitz et. al (8)
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