Económica

La Economía Campesina: Algunos alcances

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El siguiente artículo propone al lector adentrarse en el mundo de la economía rural y campesina, con aproximaciones teóricas acerca de ésta. ¿Es posible entender la unidad de producción familiar campesina desde la mera teoría neoclásica? Hay que tener en cuenta nuevos conceptos que nos ayudarán a entender más la racionalidad de éstos agentes económicos, algunos de los cuales serán presentados en las siguientes líneas.

En la segunda mitad del siglo XX, con el nacimiento de la economía del desarrollo como una rama establecida de la ciencia económica, se empezó también a profundizar en temas como la economía campesina o agraria. Los estudios realizados sobre economía campesina, agraria o agrícola en el Perú y en América Latina, carecían de una percepción de la agricultura campesina como una forma específica y distinta de organización de la producción.

Para la corriente más liberal, el campesinado consistía en un rezago sociocultural de las relaciones feudales o precapitalistas  de producción, bajo sistemas arcaicos y de dominación, destinado a desaparecer con el desarrollo de la agricultura empresarial y de la manufactura. Para la corriente del pensamiento neoclásico, la unidad familiar campesina no merecía distinción de cualquier otra unidad de producción, ya sea esta de una industria manufacturera o de una agricultura empresarial moderna. Asimismo, no se advertían en ella más diferencias que las derivadas de la existencia de distintas escalas de producción y de diferentes dotaciones relativas de factores. Es decir, que las decisiones de qué, cómo y cuánto producir, estarían sujetas a la razón de las productividades marginales y sus precios.

La persistencia del campesinado o, más exactamente, el hecho de que su reducción significativa no tenga visos de producirse dentro de un horizonte temporal de corto plazo, así como la insuficiencia del análisis neoclásico para dar cuenta de una serie de fenómenos relevantes de la conducta del productor campesino, han conducido hacia una vasta literatura destinada a reconsiderar los términos con que tradicionalmente se ha abordado la cuestión campesina en el análisis económico.

Para algunos autores, la economía campesina o agraria debe ser una disciplina específica, dotada de instrumentos propios y de una metodología especial. La razón de esta especificidad radicaría en un hecho fundamental: el sector agrario no es sólo un sector productivo, sino un sector social, y los análisis económicos válidos para los demás sectores tropiezan en la agricultura con instituciones especiales  que impiden un estudio simplemente económico, entendiendo la economía como ciencia de la elección racional. (Argemí, 2002)

En este proceso de reconsideración teórica es posible advertir dos hitos importantes. El primero, constituido por la serie de críticas a que se ha estado sometiendo, desde mediados de los años 60, las formulaciones dualistas de distintas corrientes de pensamiento, tanto las construidas en torno a la dicotomía tradicional-moderna como a las desarrolladas en términos de la dicotomía feudalismo-capitalismo. El segundo hito corresponde al surgimiento del análisis de la economía campesina como una forma singular de organización de la producción, a partir del ‘redescubrimiento’ de los escritos de los llamados “populistas rusos” de la década de los años 20.

El concepto de economía campesina “engloba a aquel sector de la actividad agropecuaria nacional donde el proceso productivo es desarrollado por unidades de tipo familiar con el objeto de asegurar, ciclo a ciclo, la reproducción de sus condiciones de vida y de trabajo o, si se prefiere, la reproducción de los productores y de la propia unidad de producción.” (Schejtman, 1980) Esto supone alcanzar la satisfacción de medios de sostenimientos biológicos y culturales de los miembros de la familia, así como un fondo para cubrir los medios de producción y para afrontar las diversas eventualidades del grupo familiar

Si se afirmara la existencia de una racionalidad universal, en lo que a criterios de asignación de recursos se refiere, y si se estimara que las diferencias de comportamiento entre los diversos tipos de unidades, sólo son atribuibles a diferencias de escala y de disponibilidad de recursos, tendrían que catalogarse como puramente “irracionales” una serie de fenómenos sustantivos, recurrentes y empíricamente comprobables en áreas de economía campesina.

Al evaluar los resultados económicos de uno o más ciclos en las unidades campesinas aplicando los conceptos convencionales de “costo de factores”, se concluye, en la gran mayoría de los casos, que dichas unidades incurren sistemáticamente en pérdidas de mayor o menor magnitud. En otras palabras, cuando en la evaluación de los costos de este tipo de unidades se emplean: i) los precios de mercado para imputar la renta de la tierra; ii) el salario corriente para estimar el costo de la mano de obra familiar empleada; y iii) los precios de mercado para imputar el valor de los insumos no comprados y a este total se le agregan los costos monetarios efectivamente incurridos, y cuando en la valoración del producto se suma lo vendido a lo autoconsumido, valorado a precios de mercado, la diferencia entre valor del producto y costos así calculados suele resultar, con gran frecuencia, negativa. Este tipo de resultados llevaría a la conclusión de que «la mitad del género humano hoy en día ejercería una actividad productiva con un déficit constante, y constituye «un ejemplo instructivo, no de estupidez o filantropía campesina, sino del error en que se incurre al creer que no hay sino una sola racionalidad económica en todo tiempo y espacio». (Schejtman, 1980)

Las características que diferencian a la economía campesina-agraria de otros modos de producción “modernos” y de relaciones “capitalistas” (salariales) son las siguientes: i) el carácter familiar de unidad productiva, ii) el compromiso irrenunciable al compromiso laboral familiar y iii) la indivisibilidad del ingreso familiar. Esta producción campesina familiar es parcialmente mercantilizada hoy en día, ya que no todo es destinado al autoconsumo. Es decir, no toda la economía campesina está destinada a la autosubsistencia. A priori, el campesino no elige cuánto consumir ni cuánto vender en el mercado, así como la asignación del precio de venta. Este precio no siempre cubre el costo marginal, como indica la teoría neoclásica de la racionalidad del productor descrita antes.

Para sentar mejor nuestras ideas, tenemos un comparativo entre la agricultura campesina y la agricultura empresaria:

 

Agricultura campesina

Agricultura empresarial

Objetivo de la producción. Reproducción de los productores y de la unidad de producción.
Maximizar la tasa de ganancia y la acumulación de capital.
Origen de la fuerzade trabajo. Fundamentalmente familiar y, en ocasiones, intercambio recíproco con otras unidades; excepcionalmente asalariada en cantidades marginales.
Asalariada.
Compromiso laboraldel jefe con la manode obra. Absoluto. 
Inexistente, salvo por compulsión legal.
Tecnología. Alta intensidad de mano de obra, baja densidad de “capital” y de insumos comprados por jornada de trabajo.  Mayor densidad de capital por activo y mayor proporción de insumos comprados en el valor del producto final.
Destino del producto y origen de los insumos. Parcialmente mercantil. 
Mercantil.
Criterio de intensificación de trabajo. Máximo producto total, aun a costa del descenso del producto medio. Límite: producto marginal cero.
Productividad marginal > que el salario.
Carácter de la fuerza de trabajo. Valoriza la fuerza de trabajo intransferible o marginal.
Sólo emplea la fuerza de trabajo transferible en función de calificación.
Componentes del ingreso o producto neto. Producto o ingreso familiar indivisible y realizado parcialmente en especie. Salario, renta y ganancias, exclusivamente pecuniarias.

Fuente: Schejtman, A. (1980).

Este breve recuento solo busca mostrar al lector  la existencia y las particularidades que presenta la economía campesina, la cual no puede ser dejada de lado, o pasarla por alto, ya que sus características son propias y sería un error generalizar con la teoría neoclásica dominante acerca de este modo de producción. Es un hecho real que el desarrollo tecnológico en el campo no ha terminado de desplazar a las unidades productivas campesinas, pues estas son mucho más que meras “unidades de producción”, tienen detrás costumbres y relaciones sociales; tienen un sentido de pertenencia entre sí y de territorialidad. Con esto, no se quiere decir que el desarrollo del agro rural sea mal visto, muy por el contrario, es bienvenido.

 

 

Bibliografía:

Caballero, J.M. (1980). Economía agraria de la sierra peruana antes de la Reforma Agraria de 1969. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.

de Abadal, L.A. (2001). La historia de la economía agraria: una primera aproximación. Revista española de estudios agrosociales y pesqueros, (192), 9-32.

Schejtman, A. (1980). Economía campesina: lógica interna, articulación y persistencia. Revista de la CEPAL.

Stavenhagen, R. (1966). Siete tesis equivocadas sobre América Latina. Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Económicas, Centro de Estudios Socio-Económicos.

Webb, R. (2013). Conexión y despegue rural. Universidad San Martin de Porres. Fondo Editorial.

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