Económica

Trampas de alto nivel: Los sumos

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¿Es posible pensar que los sumos hacen trampas? ¿Y si lo hacen qué tiene que ver con la economía? De la mano de Steven Levitt y Stephen Dubner mostraremos el lado oculto de los sumos en base a principios de economía.

A continuación se describirá brevemente el caso de los sumos. Luego seguirá una explicación lógica al asunto en base al principio de los incentivos.

¿Quiénes son los sumos? No son solo obesos que pelean en un ring. En Japón el sumo es un deporte nacional. Es depositario de emoción religiosa, militar e histórica. Además, se dice que el sumo no se basa tanto en la competencia sino en el honor. Por todas esas cosas el sumo es sacrosanto en Japón.

Pero, ¿Cuál es el problema con los sumos? Es conocido que en los deportes a nivel mundial se hacen trampas. Sean trampas para ganar o trampas para perder. Lo particular es que en Japón no se podría concebir que los sumos se vean relacionados a trampas o en actos de corrupción. Levitt y Dubner giran el timón al asunto y  revelan detalles no contados de los sumos.

El problema

La premisa inicial es que los sumos no son tan sacrosantos como se mencionó al inicio. Los sumos hacen trampa tanto para ganar como para perder. ¿Por qué? Porque tiene incentivos elevados para hacerlo. Veamos.

Los luchadores de sumo (de elite) en Japón son en total sesenta y seis (para el 2006). Estar en la cima del ranking[1] (o entre los cuarenta primeros) significa ganar como mínimo 170.000 dólares al año. Pero, si el luchador esta en posiciones inferiores al número setenta gana la suma de 15.000 dólares. Entonces la diferencia entre remuneraciones hace que la clasificación lo sea todo.

Un luchador de sumo participa en seis torneos al año. En cada torneo tienen quince encuentros que se desarrolla uno por día consecutivamente. Si un sumo obtiene un record de ocho victorias a más obtendrá un ascenso en la clasificación. De modo que la octava victoria es decisiva.

Levitt y Dubner realizan varios ejercicios a partir de la octava victoria[2]. Ellos tienen en mente destapar el engaño en este deporte.

Primero se compara un luchador con un promedio de 7-7 (7 combates ganados y 7 perdidos) y otros luchador con 8-6. La intuición diría que es más probable que un luchador 8-6 este en mejor condición para el triunfo. Pero, Levitt y Dubner llegan a la conclusión que el 79.6% de las veces el luchador con un promedio de 7-7 obtiene el triunfo. Esto podría significar posibilidad de “amarrar” los encuentros en base a “coimas”.

Pero para estar más seguros hacen otros ejercicios similares. Ahora se considera un luchador  con promedio 7-7 y un luchador 9-5 enfrentados en el último combate. El resultado que se obtiene es similar. Los luchadores con situación crítica (promedio 7-7) ganan en un 73.4%. Dado esto, aun podría haber espacio para la duda de “arreglos” bajo la mesa. Entonces se prosigue con los ejercicios.

Esta vez se intenta capturar a los jugadores del primer caso (uno con marca 7-7 y otro con marca 8-6), pero esta vez cuando no se está luchando por la clasificación. La idea es ver cómo cambian sus actos cuando cambian sus incentivos. Entonces ¿Qué resultado se esperaría? Siguiendo lo anterior la respuesta debería ser que gane el luchador con marca 7-7. Pero curiosamente los datos reflejan que el luchador 7-7 solo vence el 40% de las veces. ¿Cómo se explica este resultado? ¿Por qué en el primer caso obtiene el doble de victorias?

La economía y los sumos 

Siguiendo a Levitt y Dubner los ejercicios anteriores solo reflejan una cosa: las personas responden a incentivos, y los sumos no son la excepción. Los luchadores toman un acuerdo “quid pro quo” que señala que “tú me dejas ganar hoy, dado que en verdad necesito la victoria, y yo te dejo ganar la próxima vez”. Esta práctica viene seguida de diversas compensaciones. Podría ser sumas de dinero, favores no económicos, o simplemente cajetillas de cigarro. Entonces los sumos hacen trampas para perder.

Factores adicionales. Esta práctica se da a nivel de luchadores, pero también a nivel de gimnasios. Sin embargo, nunca se han tomado medidas disciplinarias contra un luchador del sumo. Las pocas acusaciones que se abren paso son desestimadas por los dirigentes de los gimnasios locales.

Los incentivos. Levitt y Dubner señalan que “los incentivos constituyen la piedra angular de la vida moderna”. Lo que se buscó en el ejemplo es desafiar la sabiduría convencional y señalar que a menudo se equivoca. Antes del trabajo de los autores señalados se creían que era imposible actos de corrupción en el deporte de sumo. Pero la microeconomía aplicada al estilo de Levitt y Dubner muestra que hasta los luchadores más sagrados caen en el juego de los incentivos.

Pero, ¿Qué lección se puede obtener de los sumos para el caso peruano? Los peruanos no somos sumos pero, también, actuamos en base al principio de los incentivos. Por ejemplo ¿A qué responden los grandes casos de corrupción recientes? En los casos de corrupción regionales son los funcionarios estatales los que dirigen los actos deshonestos. Una explicación sencilla podría ser que dada su posición tienen todos los incentivos económicos de estafar, engañar o corromper (del mismo modo que los sumos).

De hecho un análisis de este tipo requiere una mirada más fina. Pero el principio de los incentivos es una buena aproximación inicial. Finalmente es pertinente una cita de Levitt y Dubner que señala que “engañar es un acto económico primitivo: obtener más a cambio de menos”. Los sumos y peruanos no serían la excepción.

Fuentes:

Levitt, Steven y Stephen Dubner (2006) “¿Qué tienen en común un maestro de escuela y un luchador de sumo?” En Freakonomics. Pp. 29- 63.

 


[1] El ranking afecta todos los detalles de su vida: cuánto gana, el tamaño de su séquito, cuanto come, duerme, y por otro lado, cuanto aprovecha su éxito.

[2] Los datos que usan Levitt y Dubner son obtenidos de los resultados de todos los combates oficiales de sumo entre enero de 1989 y enero de 2000. Entonces se registra un total de 32.000 encuentros entre 281 luchadores diferentes.

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