Económica

Una inclusión que espera

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Sin duda, la reciente crisis por la que el mundo está pasando nos ha demostrado lo lejos que estamos como país de la inclusión financiera. El gobierno ha tratado de llegar a las personas vulnerables otorgándoles subsidios para poder afrontar la interrupción de sus ingresos; sin embargo, el obstáculo más grande que ha tenido es, precisamente, cómo hacerlos llegar.

Muchas personas no tienen una cuenta bancaria que permita al gobierno depositar el subsidio directamente. Otras, solo las poseen gracias a que, programas sociales como Pensión 65 o Juntos, les aperturaron una (¿pero sabrán que pueden recibir transferencias que no sean del Estado?). Otras, quizás, no sepan qué es una cuenta bancaria.

Los motivos pueden ser varios: desde el nulo conocimiento de educación financiera hasta la desconfianza en el sistema financiero. En cualquier caso, lo cierto es que es necesario una inclusión financiera que no solo incluya la apertura de cuentas bancarias, sino que permita el conocimiento básico del mundo de las finanzas. Pero, ¿qué es inclusión financiera?

La inclusión financiera se define como el acceso y uso de los servicios financieros de calidad por parte de todos los segmentos de la población. Siguiendo la definición anterior, las dimensiones que surgen a partir de ella suponen el acceso, el uso y la calidad. Sin embargo, las tres están relacionadas entre sí.

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Banco de la Nación en la Amazonía

El acceso hace referencia a la existencia de puntos de atención e infraestructura que se encuentren al alcance de la población. Solo teniendo en cuenta las zonas geográficas del país, podemos observar una gran brecha entre zonas urbanas y rurales. Los bancos comerciales, en su mayoría, tienen agencias solamente en las zonas urbanas de mediana o gran población. Es el Banco de la Nación la entidad que tiene un poco más de cobertura, aunque no sea suficiente.

El uso se refiere a la frecuencia e intensidad con la que el usuario emplea los servicios financieros. Queda claro que esta dimensión supone que la persona ya está dentro del sistema, y, por lo tanto, puede hacer uso de los diferentes servicios que se ofrecen. Por el contrario, si no tiene acceso, entonces no podrá hacerlo. Es decir, un requisito para que el individuo haga uso de los servicios del sistema es que tenga acceso a estos. Además, el uso también supone que el individuo tenga conocimientos y que se ajusten a sus necesidades. Esto último hace referencia a la otra dimensión.

Así, la calidad se refiere a la existencia de productos y servicios financieros que se ajustan a las necesidades de la población. Estos productos y servicios pueden ser, por ejemplo, créditos, tarjetas de débito, cuentas de ahorro, hipotecas, entre otros. En los últimos años la digitalización ha cobrado importancia, por lo que también es un producto que ofrece el sistema financiero. No obstante, depende de las necesidades de la población los diferentes servicios que se ofrezcan.

En ese sentido, el uso depende del acceso que tenga la persona al sistema. La calidad depende de las necesidades de dicha persona. Y sus necesidades estarán sujetas al uso que le pueda dar a los diferentes productos y servicios ofrecidos. De esta manera, las dimensiones que supone la inclusión financiera están relacionadas de modo que, no solo se necesita la creación de más agencias (lo que es necesario), sino que conozca los servicios y diferentes productos a los que puede acceder en beneficio propio y/o de su comunidad.

Para ello, es necesario que la población sepa lo que es, por ejemplo, tasa de interés, riesgo, capital, amortización, etcétera. Es decir, se necesita una educación financiera para las personas. Ello permitirá que, al acceder al sistema financiero, puedan aprovechar los distintos beneficios o, al menos, no tomar malas decisiones que puedan dañar su futuro. Sin duda, este trabajo le corresponde al Estado y también a las entidades financieras.

En conclusión, esta crisis nos está enseñando que la inclusión financiera no puede esperar. El Estado, sus diferentes instituciones y las entidades financieras deben tener estrategias eficientes que permitan la integración de la población al sistema financiero. Del mismo modo, la educación financiera debe estar, de todas maneras, dentro de estas. Ello, no solo permitirá el desarrollo del sistema, sino apoyará al desarrollo del país, cerrando brechas y abriendo un camino igualitario.

 

Fuentes:

SBS (1)

BCR (2)

Gestión (3)

RPP (4)

La República (5)

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