Económica

Sobre el manejo de la corrupción y la clasificación de riqueza de los países

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corrupción

La corrupción no es un asunto ajeno a algún país por más que se clasifique como «no rico en recursos naturales”. De hecho, esta se encuentra presente —y en algunos casos con mayor ímpetu— en los países más pobres; por ejemplo, el caso de Haití. Sin embargo, es necesario considerar que no se trata de una relación de causalidad perfecta entre fenómenos, es decir entre corrupción y menos recursos naturales o, caso contrario, que a mayor cantidad de recursos mayor propensión a ser corruptible, sino que se trata de un espectro del cual pareciera no haber salida. Por ello, resulta interesante estudiar la correlación entre la riqueza de los países y su manejo de la corrupción.

La corrupción como obstáculo para el desarrollo

Para Daniel Kauffman, la corrupción, por su alcance, puede ir más allá de una definición tradicional, pues “involucra a una red de políticos, organizaciones, empresas y particulares que coluden para beneficiarse del acceso al poder, a los recursos públicos y la formulación de políticas, en detrimento del bien público” (2015:21). Tal y como indica, “es un síntoma costoso del fracaso institucional” (2015:21).

En contraste, existe la (buena) gobernabilidad, que se define como “la relación que se manifiesta cuando existe un estado de equilibrio en el ejercicio del poder político derivado de la solución de demandas sociales y la capacidad de los gobiernos de atender éstas de forma eficaz, estable y legítima” (SIL, 2007). Está comprobado que la gobernabilidad tiene un impacto positivo en el desarrollo, en tanto posee un efecto multiplicador sobre los ingresos per cápita (Kauffman, 2015).

corrupción

En el estudio realizado por Kauffman, basado en los datos de los Indicadores Mundiales de Desarrollo del Banco Mundial y los datos de Control de Corrupción del Worldwide Governance Indicators (WGI), se obtuvieron los siguientes hallazgos:

correlación

Se puede observar que, en los países con un buen manejo de la corrupción, entre los países ricos en recursos naturales y los que no, la brecha en términos de PBIs per cápita es de 15,000 millones (USD). Por otro lado, también es claro que un país no rico en recursos naturales, pero con un buen manejo de la corrupción puntúa un mejor PBI per cápita que uno que sí es rico en recursos naturales, pero tiene un pobre control de la corrupción.

Esto quiere decir que la buena gobernanza potencia el desarrollo de los países, tanto para los  que presentan una marcada ventaja en términos de riqueza de recursos naturales, cuya brecha es más notoria, como para los que no son tan ricos en recursos naturales, pero resultan  favorecidos en términos de producto por su buen manejo de la corrupción.

Además, es bastante visible la correlación existente entre los países de menores recursos y una mayor corrupción.

Gobernabilidad en números

Tras comprender la magnitud de los perjuicios que un mal manejo de la corrupción genera en los países tanto de altos como bajos recursos, se puede buscar explicar los beneficios que la (correcta) gobernabilidad propiciaría sobre algunos países de la región latinoamericana. En palabras de Kauffman:

La buena gobernabilidad genera un dividendo de desarrollo a largo plazo del 300%: así, una mejora de la gobernabilidad del bajo control de la corrupción (o Estado de derecho) de Venezuela al nivel de Argentina, México o Perú (o del nivel de cualquiera de estos tres países a los niveles observados en Costa Rica) está vinculada causalmente a largo plazo con una triplicación del ingreso per cápita, una disminución de un tercio de la mortalidad infantil y tasas de alfabetización mucho mayores (2015).

Imaginar una situación de tal envergadura es fácil, pero la implementación de planes estratégicos para la promoción de una mejora en la gobernabilidad todavía sigue siendo el reto de muchos hacedores de política de la región. Lo primordial es tener bien en claros cuáles son los propósitos económicos que lideren hacia un mejor desarrollo de las instituciones gubernamentales.

Aunque si bien se prioriza el crecimiento, como condición necesaria, esto no sería suficiente para el caso de los países más ricos. Siguiendo esta línea, Kauffman destaca lo siguiente: “[…] no hay indicios de que los ingresos adicionales y la potencial flexibilidad derivada de las ganancias excepcionales de las materias primas en los países ricos en recursos naturales puedan contrarrestar deficiencias en la gobernabilidad” (2015).

Más bien, según los datos empíricos, es la (buena) gobernabilidad la que aporta al desarrollo de las economías ricas tanto o más que en otros países. De nuevo, es clara la diferenciación según riqueza. Además, resulta más sencillo entender cómo se traza una fuerte correlación entre un buen control de la corrupción y el PBI según el caso de cada país.

 

Fuentes:

Kauffman, D. (1)

Kauffman, D. (2)

SIL (3)

 

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